Ómicron, nueva variante del SARS-Cov-2

Un paciente que rondaba los 30 años se presentó a consulta médica el día 18 de noviembre. Sus síntomas eran: dolor muscular en todo el cuerpo, leve dolor de cabeza y agotamiento. La médica, en su entrevista, no pudo determinar síntomas como pérdida de gusto u olfato ni tos. Cuando estaba a punto de descartar infección por SARS-Cov-2 tuvo la brillante idea de hacer, aun así, un test rápido (¡qué importantes son y qué poca utilidad estratégica le hemos dado!). Positivo. Y no solo él, todos los miembros de su familia también.

Esto sucedió en Sudáfrica y la médica, la doctora Angelique Coetzee, había descubierto la variante Ómicron del virus. Desde ese momento, comenzaron a llegar a consulta personas con el mismo cuadro clínico, con síntomas muy leves y presentando todos ellos una alta proporción de análisis positivos.

Al cierre de este artículo, Reino Unido, Alemania, Italia, Dinamarca, Portugal y España, como países europeos, ya han confirmado casos de variante Ómicron, y es de esperar que según avancen las fechas, el número de países de esta lista se incrementen. Como no podía ser de otra manera, las nuevas variantes se propagan rapidísimo debido al gran tránsito de personas a nivel mundial.

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Esta variante ha desatado un verdadero estado de alerta entre la comunidad científica y es que se ha evidenciado que este virus tiene las suficientes modificaciones en su estructura como para generar dudas razonables sobre su comportamiento. Además, todas estas modificaciones afectan al “gancho” con el que el virus consigue entrar en nuestro organismo. Es por esto, que este tipo de cambios produce especial preocupación entre los epidemiólogos ya que puede cambiar significativamente la biología del virus.

Aún es pronto y no se tienen pruebas concluyentes, pero la principal sospecha es que podría tratarse de un virus cuya capacidad de infección estuviera incrementada. Algo que, en principio, tampoco podría ser negativo. Un virus que fuera muy infeccioso pero que su letalidad y su virulencia fuera baja, podría ser incluso positivo para nosotros. Inmunidad a bajo coste. El problema es que se desconoce aún cómo de agresivo pudiera ser la cepa B.1.1.529 (que así se llama). Aunque, en principio, los síntomas que presentaban las primeras personas en estar infectadas con la Ómicron eras muy leves y con poca importancia, no olvidemos que la población sudafricana (y las personas contagiadas por el momento) tiene una media de edad mucho menor que en Europa, por ejemplo. Un comportamiento poco lesivo en una población relativamente joven no tiene por qué seguir el mismo patrón en ancianos o personas con salud comprometida. Es aquí donde la Organización Mundial de la Salud más preocupada se muestra. En cómo se puede comportar en la población más vulnerable.

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Otro aspecto que podría dar que pensar es qué compartimiento tendría las actuales vacunas ante las modificaciones de este virus. ¿Seguirán siendo tan eficaces como para la variante Delta (la que está circulando en estos momentos)? O, por el contrario, estas mutaciones, ¿le serán útil para burlar la inmunidad que nos proporcionan éstas? Es pronto para hacer valoraciones. Se calcula que hasta dentro de 2 ó 3 semanas no se podrán tener datos concluyentes. Dentro de la cautela lógica, es de prever que la gente vacunada podrá seguir beneficiándose de las ventajas de ésta.

La buena noticia es, por un lado, la baja virulencia observada por el momento (aunque en población relativamente joven) y la pronta detección de la nueva variante que va a permitir un seguimiento muy cercano.

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Por tanto y hasta disponer de más datos y observaciones, la responsabilidad individual, como siempre, es la que va a jugar un papel fundamental: Vacunación (especialmente de grupos de riesgo), distancia interpersonal, higiene frecuente y mascarilla.

 

David Rivas Cobos
Número de colegiación farmacéutica 18942

 

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